Para el mercado
Un día Vera salió al almacén a comprar comida para su tía, que le había pedido especialmente pastas. Cuando salió de su casa se encontró con su vecina Claudia, la esposa de Marcelo un mecánico de la zona. Claudia era una mujer muy coqueta, muy atractiva y, sobre todo, muy sensible, muy fácil de asustar.
- Hola – dijo Vera
- Hola – contestó la vecina - ¿A dónde vas?
- Voy al mercado a comprar comida para mi tía. ¿Vos?
- También, vayamos juntas, seguro tenés mucho para contarme
Mientras iban charlando, Vera vio algo tallado en un árbol, fijó su vista en esa inscripción y vio que decía “A y R”. Seguramente seria de unos enamorados del barrio, pero ella, apenas vio eso, se le ocurrió una historia sobre esas dos letras.
- Tengo algo muy interesante para contarte – dijo ella.
Y Claudia asintió con la cabeza para que le contara.
“Esto pasó hace unos quince o dieciséis años atrás; una pareja de jóvenes de no mas de dieciocho años de edad, vivían en este barrio y se amaban demasiado.
Un día cualquiera, Román estaba mirando televisión en su casa y Agustina entró corriendo (estaba muy asustada). Le dijo, “Estuve pensando que un día cualquiera, podemos morir y separarnos para siempre”. Él igual de exaltado que ella, pensó y le dijo: “Ya sé cómo nunca nos separaremos, muriendo los dos juntos”.
Dos días después, ellos fueron a la casa de Agustina y grabaron sus iniciales en el árbol donde ellos después se ahorcaron y murieron. Cuando sus padres los encontraron colgados y sin vida, los enterraron exactamente al lado de ese árbol. La casa de Agustina es la que está justamente al lado de tu casa”.
Cuando Vera terminó su historia, la cara de Claudia era inexplicable. Salió corriendo para su casa a contárselo a su esposo. Vera estaba matándose de risa enfrente del mercado.
Después de hacer las compras, fue a la casa de su vecina y le explicó que todo era una broma y que no tenía de qué asustarse.