Los cuatro mensajeros
Los cuatro mensajeros fueron haciéndose muy buenos amigos. Ahora los cuatro sabían todo sobre el otro, todos habían contado sus mejores anécdotas. De repente, llegó Blubb, el fuego fatuo, corriendo, y dijo:
- Muchachos, ya han pasado todos los médicos de "Fantasia" y ninguno tiene la cura para la enfermedad de la Emperatriz Infantil ¡Estamos perdidos!
- Huyhuy - gimió el silfo nocturno - estamos muy perdidos
- Sin duda alguna - agregó el diminutense
- Amigos, no piensen eso, siempre hay una mínima esperanza - dijo el comerrocas.
Después de esa corta charla, los cuatro mensajeros comenzaron a discutir. Discutieron unos pocos minutos hasta que la puerta de la habitación donde se albergaba la Emperatriz, se abrió y ella salió con un vestido largo y blanco.
- No se preocupen por mi - dijo la Emperatriz - estaré bien.
Muchos no podían creerlo, era la Emperatriz enfrente de sus ojos, otros, se quedaron con la boca abierta: Úckuck, por ejemplo; y unos pocos se desmayaron. Mientras todo eso sucedía, una incontable cantidad de preguntas invadió a la Emperatriz.
- ¡Silencio! - gritó y a los pocos instantes nadie más hablo - como me imagino ya todos deben saber que ninguno de los médicos de Fantasia tiene la cura para mi enfermedad, así que decidí enviar a Cairon en busca de nuestra única esperanza, Atreyu.
- ¿Quien es Atreyu? - preguntó un mensajero.
- Atreyu es la única esperanza par mí y también para Fantasia, nuestro mundo. Les guste o no esa es mi decisión, Cuando ustedes gusten podrán recoger a su transporte, ya sea animal o no lo sea, y si pueden, por favor, retírense lo antes posible, adiós.
Ella se retiró y al poco tiempo todos los mensajeros también. Los cuatro mensajeros, más bien amigos, se fueron para sus distintas ciudades.
Mientras todo eso y mucho más pasaba, la nada iba haciéndose cada vez más fuerte.
Pero esa es otro historia y debe ser contada en otro ocasión.