Pulgarcito y el Ogro
Un día, Pulgarcito iba caminando por Avellaneda, cuando de repente, sintió ganas de ir al baño. Paró un taxi y le dijo que lo llevara al bar mas cercano que hubiera por la zona.
Cuando Pulgarcito llegó a ese lugar, fue al baño. Y cuando salió, escuchó una voz que le resulto muy familiar, miró pero no había nadie. Otra vez volvió a escuchar esa misma voz, miró, era el Ogro.
El Ogro lo saludó, Pulgarcito también lo saludó pero con cara de asombro.
— ¿Te quedás a mirar el partido de Argentina – Holanda? Es el amistoso internacional.
— Me parece que justo hoy no puedo, esperá que llamo a mi esposa — dijo Pulgarcito.
Pulgarcito llamó a su esposa y esta por supuesto lo dejó quedarse. Como faltaban veinte minutos para el partido, Pulgarcito y el Ogro decidieron pedir una Coca-cola y unos tostados para pasar el tiempo, mientras mantenían una entretenida charla de fútbol.
— ¡Que goleada la de Racing! ¿no? — dijo Pulgarcito.
— Sí, la verdad que Independiente no está muy bien últimamente.
Pulgarcito se reía de su amigo, pero depués sinto pena por él.
— Perdóname, amigo, no me di cuenta…—dijo Pulgarcito verdaderamente arrepentido por lo que le había dicho.
— No te preocupes, nadie es perfecto.
— Uh mirá el partido está empezando.
— Sí, dale que quiero ver cómo pierden los holandeses.
— Sí, yo también.
— Espero que Mecí meta algún gol.
— Sí, lo va a meter, lo va a meter.